Ella agarra su manto, que todas las noches antes de dormir coloca al lado de su reloj de mesa, como si necesitase un recordatorio para lo que ya internalizó en sus venas. Aun así, su vida se ha convertido en horas llenas de pequeños detalles como aquellas dos manecillas, para evitar que sus sábanas la traguen hacia el infierno. Ni sus ocho años de experiencia logran amainar el dolor que por dentro siente. Silencio. No puedes permitirte sentirlo.
Se termina de vestir y chequea su cinturón una vez más, otra de esas cosas automatizadas. Ya ni necesita decir palabra al atravesar las puertas, los sirvientes mudos ya saben que deben dejarla abierta a las 3:55 a.m. exactas. Tres cosas.
Cuando se mezcla con las sombras, se olvida de que tiene forma humana. Hubo un tiempo en el que todavía conservaba fragmentos de inocencia, y fingía en su mente ser como los ciervos de su tierra natal, haciendo ejercicio de su, en ese momento, recién adquirida agilidad. Curioso, cómo a pesar de los años, siempre había encontrado maneras de engañar a su cerebro de lo que estaba por hacer.
Sabe que ha llegado al punto en que debe subir al tejado porque sus piernas han adquirido vida propia, después de semanas de hacer el mismo recorrido. Sentir el esfuerzo en sus extremidades es una de las pocas satisfacciones que se permite; el dolor al día siguiente, lo único que cree merecer.
Por fin divisa la casa y se retrae en su manto negro. Tal como predijo, la ventana del pasillo oeste está abierta para airear la mansión por la noche. No va a empezar a haber actividad de los sirvientes hasta dentro de una hora, y es tiempo de sobra.
Mira el cielo estrellado una última vez, se aferra a ese destello de pureza y lo almacena, por lo menos para equilibrar su vida maldita. Deja de perder tiempo y saca tu cuchillo.
Respira profundo, para lavar con oxígeno de una vez por todas los pensamientos que no le serán útiles en el trabajo que la espera. Necesita la mente fría y concentrada para saltar del tejado a la ventana. No es como si fuera la primera vez, después de todo.
Su expresión cambia; un velo inhumano la cubre, y se prepara para saltar. La noche es más oscura justo antes del amanecer, y eso es exactamente lo que necesita.
Cuento inspirado en la frase “la noche es más oscura antes del amanecer”.
Cuento escrito por Delfina García.

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