End of Me
Reflexión anónima
Una fuerza externa me llama a
escribir en estas pocas palabras un sentimiento desgarrador que poco a poco
absorbe mis fuerzas. Un sentimiento similar a una perdida, a una desilusión
constante que me destroza paulatinamente. Esto tal vez no sea más que una forma
de descargar tanta pena y dolor, ó, de lo contrario, un grito ahogado de ayuda
que surge por miedo de la permanente idea de acabar con todo.
Es difícil describir con exactitud qué
es lo que siento, pero sé con claridad cual fue el evento que desencadenó tanta
soledad y tristeza en mi vida. Es difícil de creer, pero alguna vez, aquel
detonador de tanta angustia fue algo que podría catalogar como el mejor detalle
que alguna vez decoró mi vida. Muchos dijeron que nunca fue real, pero tampoco
quise escuchar. La venda que cubrío mis ojos fue tan gruesa que no pude ver lo
que realmente pasaba. Fui tan feliz caminando a ciegas que preferí continuar a
pesar de todo lo que me decían. Con el pasar de los días me había acostumbrado
a vivir con esa venda. Ciego de todos los males, pero presente para recibir
aquellos premios que me alegraban.
No obstante, lo bueno no dura para
siempre. La felicidad me fue arrebatada dejando expuesto todo lo que no fui
capaz de ver. Engaños, mentiras y falsedades atentaron contra lo que alguna vez
fue mi todo. El corte fue tan repentino que no tuve tiempo para recuperarme. Mi
mundo se había desmoronando en cuestión de segundos y no tenía dirección a la
cual apuntar. Estaba perdido, sin rumbo y con un vacío abismal que me hizo
sentir insignificante. Al perder el pilar más fuerte que sostenía mi vida fue
cuando me di cuenta realmente qué tan solo estaba. Desconfíe de todo lo que
pudo mantenerse en pie. Si lo mas firme que tuve en esta vida pudo caer con
tanta facilidad, cualquier cosa podría caer. Me di cuenta que en cada mano que
me tendían había algo detrás. Algo que los impulsaba a ayudar, pero
definitivamente no era bondad ni empatía. Se trataba de un interés que los
obligaba a usarme para llegar a algo más. No era más que un eslabón en la
cadena de sus vidas. Me di cuenta de que nadie pelearia ni una batalla por mí,
y conforme pasa el tiempo, las personas no paran de recordarmelo una y otra
vez.
Por días evite la comunicación con
cualquier persona. El repentino cambio me desestabilizo tanto que no podía
siquiera fingir ser el mismo de antes. Inútilmente pensé que tarde o temprano
volvería a ser el mismo y podría llevar las cosas con normalidad. Dejé que el
tiempo pasara y acomodara las cosas en su lugar, pero al parecer el orden que
él había dado ya no era el mismo. Tuve que acostumbrarme a una falta constante,
que casi como necesidad, golpeó en lo más hondo, donde más duele.
Aún después de tanto dolor no me di por
vencido. Pensando entre sollozos desde la oscuridad surgió una última opción.
Debía cambiar. Tenía que suprimir aquella necesidad de algo que nunca iba a
volver. Por momentos logré olvidar aquello que necesite y sonreír otra vez,
pero por otros la falta se hacía cada vez más desgarradora. Oculté a todos el
dolor, fingiendo que todo ya había terminado. Poco a poco se hizo costumbre
responder un simple "estoy bien" a toda pregunta, cuando en verdad
ardía cada vez más la herida sin cerrar. Fui incapaz de completar este cambio
por completo. Nunca pude eliminar esa necesidad que aún siento y que tanto me
lastima. En cierto punto este dolor me hizo dudar. ¿Fue mi culpa por haber
amado tanto a la persona incorrecta?
Comentarios
Publicar un comentario